miércoles, 7 de abril de 2010

Estupido san Valentín

Kumiko miraba aun lado y a otro de la calle con sus nerviosos ojos verdes. Examinaba a la gente que pasaba por delante suya como si quisiera hacer un escaneado de cada uno. Suspiró lo mas lenta y pesadamente que sus pulmones le permitían.

-Estúpido San Valentín, invento de comerciantes avariciosos. -masculló entre dientes
procurando que ninguna de las parejas que caminaban frente a ella la escucharan.

Clavó la mirada al otro la pared de la calle opuesta. Definitivamente odiaba aquella fiesta. Sin darse cuenta empezó a recordar como había llegado a esa problemática situación. Se imaginó a si misma mirando fijamente aquel par de par de papeletas decoradas por un dibujo de una patinadora. Ella no esperaba ganar, ni siquiera le interesaba hacerlo, pero gano ese tonto concurso de cartas de amor propuesto por el instituto. Estaba sentada calmadamente en su solitario pupitre cuando una voz chillona hizo que desviara la mirada de las entradas. Una chica rubia de aspecto infantilla acribillaba con cara acusadora.

-¡Ni se te ocurra invitar a Light-kun! Él es mío
-No pensaba hacerlo. -contestó Kumiko con tono de indiferencia.
“Estúpida Misa… ¿Que se creerá? Ni que Yagami fuera el ombligo del universo y todas debemos adorarle.” Pensó para si misma echándola una mirada heladora.
-Déjala que le invite si quiere, mujer. -siguió otra joven de cabello moreno bastante corto -Es la mejor opción. De todos modos no tenéis ninguna oportunidad.
“¡Bueno… la otra boba!” volvió a decir mentalmente “Como si no hubiera mas chicos interesantes en la faz de la Tierra. A veces me dan ganas de quemarlas a las dos a lo bonzo.”
-¡Ya, pero a mi me da celos! -chilló molestamente la rubia.
-¿Y a quien va a invitar si no?
“¡Esto ya pasa de castaño oscuro!” Y sin pararse a pensarlo Kumiko se levantó estrepitosamente y se dirigió a la mesa de un compañero de pelo negro tremendamente alborotado. Con un sonoro golpe plantó las entradas delante del joven bajo los atónitos ojos de toda la clase, salvo los negros del único que le importaba lo que pasaba.
-El día catorce a las cinco. Te espero en la entrada de la pista de hielo. -sentencio sin previo aviso.
-Seré puntual. -contestó sin despegar la mirada del libro que sujetaba con la punta de los dedos.

Suspiró de nuevo. Ya eran las cinco y diez pasadas… Seguro que no acudiría a la cita. ¿Por qué lo iba a hacer? Ella ni siquiera era interesante… Sintió como una mano se posaba en su hombro antes, de que le diera tiempo a girar la cabeza ya suponía de quien era.
-Hola. -saludo el chico con su animo característico.
-Ho… Hola Ryuzaki. -contestó procurando que no se notara el tartamudeo que salía de su voz. Le miro de arriba bajo, ni se había molestado en ponerse mono para salir con ella. No sabia de que se extrañaba lo raro era que lo hubiera echo.
“Pero hay que ver lo bien que le quedan los vaqueros.” pensó notando como ponía cara de tonta.
-¿Pasamos o esas entradas solo nos dejan llegar a la entrada?
-Pasamos… pasamos.

Entraron a un hall bastante amplio. Las paredes estaban decoradas con diversos pósters que anunciaban las distintas actividades que se realizaban y como no, la decoración rosada del día de los enamorados. Ambos se acercaron a el tablón donde se aclaraban los horarios.

-Parece que aun queda media hora para que abran. -inquirió Ryuzaki mirando fijamente el cartel.
-Valla, yo estaba convencida de que lo hacían a las cinco.
-Será que tendrán ensayos o algo por el estilo, como hoy es San Valentín… Si quieres esperamos en la cafetería hasta que abran.
-Vale. -contestó ella uniendo el dicho con el hecho.

En el café de la planta tras las escaleras no era demasiado amplia pero aun así se concentraban tiernas parejitas que esperaban que las puertas de la pista se abrieran para ellos. Kumiko calló en la cuenta de que así vistos, ella y Ryuzaki casi parecían una más, y eso la puso bastante nerviosa. Desde la mesa en la que, con algún que otro esfuerzo habían conseguido, se podía ver el arduo ensayo que mantenían un par de patinadores que se preparaban para alguna exhibición. Daban grandes y llamativas piruetas para aterrizar totalmente verticales sobre el blanco hielo.

-Como me gustaría patinar así… -dijo la chica mirando con cara de ilusión el espectáculo.
-¿Sabes patinar? -preguntó el Ryuzaki clavando sus ojos negros en Kumiko mientras se sentaba de cuclillas sobre la silla. Ella ya estaba acostumbrada a verle así sentado, por lo que no dijo nada al respecto.
-La verdad es que esta va ha ser la primera vez que lo haga. -contestó dándose un pequeño golpe en la cabeza.
-Seguro que hoy viene un montón de gente.
-Si las parejitas pesadas que se piensan que por ser hoy se van a querer más.
-¿No te gusta San Valentín?
-Ni un poquito. Tantos enamorados me suben demasiado el azúcar.
-Será que tienes envidia de que tu no tienes novio. -río el joven moreno divertido por la expresión de vergüenza de la chica.
-No es eso, pero me pone mala que las parejas te miren como si fueras un bicho raro por no estar tú enamorado. ¿Y a ti te gusta?
-No, porque tengo envidia. -confesó con total naturalidad -Mira vamos ha hacer una cosa…
-¿El qué?
-Vamos a fingir que tú y yo somos novios…
-¡¿Pero que dices?! -chilló la chica sintiendo que sus mejillas ardían por la sangre de más que había llegado.
-Como un juego, decimos que somos novios y así a ti no te miran raro y yo no tengo envidia. ¿No te parece buena idea?
-Sí… digo no… bueno tal vez…
-Pues entonces sí, no hay más que hablar. Vámonos antes de que abran, así tenemos mas tiempo sin demasiada gente. -concluyó levantándose de la silla. Ella hizo lo mismo para seguirle hasta la entrada todavía sorprendida por ese extraño juego.

Una vez ya en la blanca y helada pista de hielo Ryuzaki se movía ágilmente como si andará por el terreno más sencillo del mundo sin ni siquiera sacar las manos de los bolsillos. Mientras que la torpe Kumiko no era capaz de separarse se de la valla ni un centímetro. El joven la miró con una penetrante mirada, como pensando algo y girando el cuello cual búho.
-¿Usas un cuarenta? Menudo pie para ser tan bajita.
-¿No crees que un “¿Quieres que te ayude?” me vendría mejor? Se supone que somos novios.
-Vale… -se acercó cociéndola de la mano obligándola a soltarse de la barra.
-¡Espera, espera! ¡Qué me matooo! -exclamó cuando ya se había caído quedándose enganchada a el para evitar el golpe.
-Valla, te has tomado muy enserio lo de ser mi novia. Te dejo un segundo y ya te me has abrazado como un koala.
-Es que me caigo… -se volvió a quejar Kumiko.
-Venga yo te enseño. -dijo volviendo a separarse de ella.

La tarde se les paso en un abrir y cerrar de ojos, en cuanto quisieron darse cuenta una voz por megafonía anunciaba el cierre de las pistas hasta el día anterior. Ryuzaki había conseguido que Kumiko llegara a patinar más o menos decentemente, no sin antes llevarse una torcedura en la muñeca como recuerdo a casa. Antes de salir el chico pasó por la cafetería u pidió un par de chocolates calientes para él y la chica. Después de esto se sentó, como siempre en su habitual postura, a su lado en un banco de madera. Ya no llevaban los patines.

-Toma Kumi-chan. Debes de haberte enfriado con esa mini ropa que llevas.
-¿Kumi-chan?
-¿No te gusta que te llame así?
-Sí, llámame como quieras no me importa.
-Vale Chica koala.
-¡Eh!
-Acabas de decir que no te importa como te llamara…
-Pero una cosa es llamarme Kumi y otra “chica koala”. -se quedaron unos segundos en silencio, que tendría que hacer Kumiko, ¿y si se atrevía a decirle algo? -Ahora me siento muy rara andando normal, al quitarme los patines es como si hubiera encogido. -“¿¡Pero que tontería estoy diciendo?!
-¿Te duele mucho?
-Un poco… Pero nos lo hemos pasado muy bien.
-Sí, deberíamos volver ha hacerlo más a menudo.
-Tienes razón, esto de patinar es muy divertido.
-Yo no hablo de patinar.
-¿Entonces que dices?
-Que tendríamos que fingir que somos novios.

Kumiko volvió a notar que sus sienes transportaban mas sangre de la debida. Al darse cuenta Ryuzaki no pudo evitar esbozar una sonrisa. Lentamente se levantó poniéndose delante de la joven, tomó su pequeña mano vendada y posó en ella un suave y delicado beso como si fuera uno de esos caballeros de las películas de época. Kumiko se quedó sin reaccionar parecía haber muerto en el acto.
-Bueno, nos vemos mañana, koalita.
Dicho esto se empezó a alejar del banco para marcharse a su casa. Pero antes de perderse tras alguna esquina escucho como Kumiko se levantaba rápidamente y se acercaba al moreno.
-¿Te viene bien que empecemos mañana? -preguntó el chico desde su posición.
-¿Y porque no mejor ahora mismo? -contestó ella, arpándose bastante para chocar sus labios con los de Ryuzaki.

Estúpido San Valentín…